martes, 15 de mayo de 2018

Ana María Matute: conclusión


Pese a que Ana María nace en el seno de una familia burguesa, durante sus estancias en Mansilla de la Sierra, pueblo materno, conoce la otra cara del mundo: la pobreza. Además, la Guerra Civil impacta profundamente en ella, haciéndola consciente de la crudeza de la vida. Al sentirse impotente decide plasmar en el papel todo lo que le ronda por la cabeza. Entra de lleno en la literatura denunciando desde muy niña las desigualdades y la falta de empatía, criticando especialmente el mundo de los adultos. En sus Cuentos de infancia (2000) vemos a esa Ana María de niña que comienza a dar sus primeros pasos en el mundo de la escritura.
La infancia se convierte en su etapa predilecta, suele escribir desde este punto de vista, pues simboliza la pureza y la inocencia, todavía no perdidas. En sus libros encontramos una fuerte crítica al mundo de los mayores. Generalmente aparecen representados como personajes fríos, que han perdido todo rastro de bondad. La madurez y la guerra han oscurecido sus corazones, ocultando al niño que pocos saben que llevan dentro.
Sean jóvenes o adultos, tiende a crear protagonistas femeninas. Aunque ella haya afirmado en alguna entrevista que no considera el género un factor determinante, suele conceder mayor voz a sus personajes femeninos ya que se siente más cómoda y los entiende mejor. En sus novelas y relatos denuncia los roles que la mujer ha tenido que desempeñar tradicionalmente, así como las exigencias impuestas de la sociedad patriarcal. Como ya comentamos en alguna entrada, un claro ejemplo lo encarna Matia, protagonista de Primera Memoria (1959). Otros libros protagonizados por mujeres o niñas son: Paulina, el mundo y las estrellas (1960), Paraíso inhabitado (2008), Sólo un pie descalzo (1983), etc.
Ana María nunca se ha considerado feminista como tal, no porque no defienda la igualdad de mujeres y hombres, sino porque no le gustan las etiquetas. Tenemos que comprender que el término “feminismo” no estaba en boga en esa época. Además, el feminismo siempre ha dado bastante miedo al patriarcado, que ha intentado por todos los medios desvalorizarlo y minimizar sus consecuencias al máximo. Por ello, muchas mujeres evitan esa palabra, pese a que identifique un pensamiento común a todas. De todos modos, nuestra autora es una férrea defensora de la liberación de la mujer, así como de la igualdad de género. En ciertas entrevistas ha dejado muy claro su punto de vista, del cual podemos profundizar en sus libros. Una denuncia en la que insiste mucho en sus novelas y cuentos es la lucha contra las imposiciones sociales que se nos ha obligado a cumplir a las mujeres durante siglos.
La posguerra acentúa el patriarcado resultando muy difícil ser una mujer libre. Sin embargo, podemos decir que Matute fue una luchadora y transgresora. Siendo muy joven comienza a escribir en revistas y publica sus primeras novelas. Estas novelas no podían ver la luz sin el consentimiento de su padre, primero, o de su marido. Hecho que cabreará a Ana María profundamente. No obstante, ella sola se hará paso en un mundo dominado por hombres, escalando hasta la cima y convirtiéndose en una de las mejores escritoras (y de los escritores) que ha dado nuestro país. Esto lo certifican premios como el Planeta (1954) ­es la primera mujer en ganarlo, el Nacional de Narrativa (1959) es la tercera mujer en ganarlo, el Nadal (1959) o el Cervantes (2010)es la tercera mujer en ganarlo.
También, Ana María rompe las reglas en el terreno personal: siendo una niña estaba en contra de los valores burgueses en los que se le educaba, no se sentía parte de ese mundo. Más adelante, decide casarse con un hombre con el que pronto será infeliz. Por ello, pone punto final a la relación divorciándose, algo poco común en la época. Por su decisión será criticada por sus propios colegas de profesión, pero no le importará. Comienza una nueva vida, en sus inicios difícil, ya que es a su marido al que le conceden la custodia de su hijo, Juan Pablo. Ana María tendrá que recurrir a los tribunales en una ardua lucha que durará tres años, cuando por fin podrá tenerlo a su lado. Pese a todo lo vivido, le da otra oportunidad al amor y comienza a salir con Julio Brocard, con quien sí conocerá la felicidad.
En su andanza por el mundo de la literatura hará grandes amigos como Ana María Moix, Esther Tusquets, Carmen Balcells, Camilo José Cela, Carlos Barral, Juan Goytisolo, Carmen Martín Gaite, Jaime Gil de Biedma, entre otros. Quienes le ayudarán a seguir adelante en los momentos más difíciles, especialmente durante su depresión y tras la muerte de Julio.
Ana María se ha convertido en una de las grandes escritoras de la posguerra, no solo por su destreza narrativa, sino también por la maestría con la que interpreta y describe las emociones, utilizándolas a su antojo en los momentos precisos. La soledad y el desarraigo se convierten en sus aliados, y los transmite al lector como algo puro, como solo alguien que los ha vivido puede hacer.
Pocas palabras más quedan por decir de esta magnífica escritora que cuanto más la lees, más te enamora. Merece la pena conocer a alguien tan fiel a sí mismo, que conserva lo mejor y más efímero de la vida: la niñez.
«Después de preguntarme ¿quién ha inventado mi vida? Decidí inventármela yo, y enseguida empecé a escribir. Y a descubrir que la soledad podía ser verdaderamente algo hermoso. Creo que todavía hoy, a veces, puedo ver la luz de la oscuridad. Eso es lo que hago cuando escribo».

BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
GAZARIAN-GAUTIER, M.L. (1997): Ana María Matute: la voz del silencio. Madrid. Espasa Calpe.
MATUTE, A.M. (2000): Los niños tontos. Valencia. Media Vaca.
RTVE (2013): Imprescindibles- Ana María Matute, “La niña de los cabellos blancos” http://www.rtve.es/alacarta/videos/imprescindibles/imprescindibles-ana-maria-matute-nina-cabellos-blancos/1639343/ [Consulta 15 de mayo de 2018].

Mercé Rodoreda: Conclusión


Tal y como hemos podido observar en entradas anteriores, podríamos considerar a Mercé Rodoreda como la mejor escritora catalana y como una de las autoras que quiso proyectar con sus obras el dolor y el silencio de la mujer del siglo XX. Forma parte de los literatos exiliados que se quedaron en el olvido de la España de posguerra, pues reflejó desde el destierro la miseria de un país que estaba limitado por la censura y por las convenciones sociales conservadoras de la época, procedentes del régimen franquista. 

Redactó toda su obra en catalán, hecho que en parte limitó o dificultó su difusión. Era una gran lectora de obras clásicas nacionales e internacionales, de forma que se instruye a si misma – y por iniciativa de su abuelo materno –, compensando la escasa educación que recibió en su niñez. Las flores, elemento fundamental en su vida y que incluye constantemente en sus obras, buscan representar la mujer de su época, es decir, la fémina que presenta múltiples formas, colores, olores y evoluciones. Influenciada por la obra de la feminista internacional Virginia Wolf, presenta la literatura desde una mirada femenina con la que expresar ideas que en otros momentos de su vida no pudo. 

Fue una mujer que tuvo que vivir periodos históricos convulsos y dañinos, pues es víctima de la Guerra Civil y de la Segunda Guerra Mundial. El horror, que ve al huir por estar de acuerdo con los valores de la República, origina en ella una crisis existencial, que la empuja a plantearse la condición humana que tanto trata en sus obras y que es reflejo de una incertidumbre, que con los años y con la madurez, va aminorando para dejar paso a la paz interior. 

Se adentró en la poesía, en el teatro y en la narrativa, hecho que la ayudó a conformar su propio lenguaje. De este modo, condensa en él el simbolismo, el lirismo, la precisión descriptiva y la dramatización, factores con los que construyó obras narrativas tan aclamadas por lectores y por la crítica como fueron La Plaça del Diamant (1962), El carrer de les Camèlies (1966), La meva Cristina i altres contes (1967), Aloma (1969), Mirall trencat (1974) o Quanta, quanta querra… (1980). 

Por último, creo acertado manifestar que la realización de este trabajo me ha resultado enriquecedor, pues me ha dado la oportunidad de conocer el mundo literario femenino y la visión que nos muestra Rodoreda de su realidad. Desde una mirada humilde y desgarradora, es una autora que escribe sobre el exilio y sobre la condición humana y social de la mujer, temas que me parecen de gran interés, puesto que invitan a la reflexión y a comprender la sociedad moderna y el periodo histórico en el que vivimos.

Bibliografía consultada


-     MCNERNEY, K., Mercѐ Rodoreda: una bibliografia crítica (2002-2011), Barcelona, Fundació Mercѐ Rodoreda: Institut d´estudis Catalans, 2017.
 


El teatro de Mercé Rodoreda


Mercé Rodoreda tenía una pasión secreta por el teatro, que pocos conocían. Esta afición por el drama la hereda de sus padres y abuelo desde muy temprana edad. Crece cerca de un teatro situado en el barrio de Gracia, donde innumerables veces ha jugado de pequeña y en el que ha sido espectadora de la representación de un gran número de obras. 
 
Según Anna Muria, amiga íntima de Rodoreda, este género lo desarrolla durante el exilio. Necesitaba dinero para subsistir, de forma que considera la posibilidad de presentar sus obras teatrales a concursos con el que conseguir éxito y empezar a recibir una digna remuneración por la escritura. De esta forma, advertimos su primera obra teatral Un día (1959), que estaba pensada para la representación teatral, pero que finalmente la escritora introduce en su obra narrativa Mirall trencat (1974), ya que la estructura escénica no era eficaz. Podríamos decir que la creación literaria usaba un lenguaje más cinematográfico que teatral. La obra estaba dividida en tres actos, los cuales correspondían a un marco temporal de un día y que presentaba el progreso de una familia aburguesada.

Posteriormente, se advierte la obra La senyora Florentina i el seu amor Homer (1973), drama que muestra el mundo desde la mirada femenina de la protagonista, Florentina. Rodoreda construye una obra convencional y clásica que triunfa, en gran parte por el gran reparto actoral, en todos los teatros. Esta obra simboliza el éxito de Rodoreda en el mundo dramático y confirma su habilidad literaria en este campo.  


El parc de les magnólies (1976) trata sobre el amor y el desengaño amoroso, siendo esta la única obra que la autora publica en la revista Els margets. Va a presenciar el estreno en el Festival de Sitges de L´hostal de les tres Camélies, una comedia romántica de dos actos que presenta una estructura clásica y en la que la tensión aumenta a medida que se va desarrollando el hilo argumental. Es una obra costumbrista que toma elementos del teatro de finales del siglo XIX y del realismo de los años treinta del siglo XX. 

Su obra más innovadora y atrevida es El maniquí (1979), creación teatral que pertenece al teatro del absurdo y que evidencia la faceta más experimental de Rodoreda. Apuesta por una escenificación más íntima, donde el objeto central es un maniquí que origina en los personajes comportamientos y sensaciones diferentes. Además, se advierte una intensidad poética, enriquecida por una expresividad gestual sin igual. Se advierten pinceladas del teatro surrealista, que se intensifica gracias a la carga simbólica y al contraste entre humor y crueldad. 


Como podemos observar, Rodoreda elabora una producción dramática bastante reducida, pero de gran valor literario, puesto que, aunque incide en una temática similar a su narrativa – relaciones amorosas que fracasan, el dolor, la crisis existencial, etc. –, logró crear obras de diferentes estilos. Se animó a experimentar con nuevos procesos de creación literaria con los que no estaba familiarizada y que consigue, finalmente, dominar. 

El teatro de Rodoreda, por desgracia, no triunfó, pues, en primer lugar, la mayoría de sus obras o las publica en revistas o se publican de forma póstuma – véase la edición de El torrent de ses flors (1993), obra que recoge toda su obra dramática –. En segundo lugar, Rodoreda elabora sus obras, pero carece de la práctica teatral necesaria para su escenificación. Por otro lado, hay una explicación para este “fracaso” en el mundo dramático y es que su narrativa era tan oral, que fueron muchos los relatos breves o las novelas – véanse La plaza del diamante o Aloma – que llegan a los escenarios con el fin de representarse. Esto nos confirma que nos encontramos ante una mujer polifacética y hábil, que supo conquistar todo lo que se propuso.

Bibliografía consultada

-     MASSIP, F., PALAU, M., L'obra dramàtica de Mercè Rodoreda, Edicions Proa, 2002.
-   MCNERNEY, K., Mercѐ Rodoreda: una bibliografia crítica (2002-2011), Barcelona, Fundació Mercѐ Rodoreda: Institut d´estudis Catalans, 2017.