Mercé
Rodoreda, poco conocida para algunos, fue y sigue siendo una de las escritoras
catalanas más importantes, además de ser uno de los mejores literatos de la
literatura española del siglo XX. Es conocida por sus maravillosas novelas, sin
embargo, hemos de considerarla una mujer que cultivó, a su vez, poesía lírica y
teatro. Muchos la estiman como una gran escritora del exilio, pero, ante todo,
es una autora de novela femenina.
Mercedes Rodoreda Gurguí
nace en Barcelona en 1908, perteneciente a una familia de clase media. Su
infancia y juventud transcurren en una casona del barrio de San Gervasio.
Recibe una escolarización muy precaria, pero aprende mucho sobre las flores,
las cuales serán introducidas frecuentemente en su producción literaria. Cabe mencionar a dos personajes fundamentales en su vida: Pere Gurguí, abuelo de la escritora,
que fue una figura bastante presente en su vida y que significó el acercamiento
a los clásicos literarios y a un pronunciado catalanismo; por otra parte, Joan
Gurguí, su tío ausente, que vive en Argentina y mantiene económicamente a su
familia.
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Mercé Rodoreda sentada en las piernas de su abuelo, Pere Gurguí. |
Cuando Joan Gurguí vuelve
a España decide que va a comprometerse con su sobrina, catorce años menor, de manera
que en 1928 la escritora se casa ilusionada con su tío. Esta ilusión se
desvanece al poco tiempo de casados. Un embarazo, que no fue deseado por la
muchacha, le da a su único hijo. Estos hechos oprimen a Rodoreda, pues advierte
que su vida transcurre sin ser ella la que decide. Por ello, son muchas las
horas que pasa escondida en el palomar de su casa para escribir y evadirse de su realidad.
Rodoreda
fue consciente desde muy temprana edad de la esclavitud a la que estaba
sometida la mujer, pues esta dependía totalmente del marido. Por ello, decide
adentrarse en el mundo cultural de la época, colaborando en revistas como Clarisme en los años 1933 y 1934 y
publicando sus primeras novelas como Sóc una dama honrada (1932), Del que hom no pot fugir (1934),
Un deia en la vida d’un home (1934)
y Crim
(1936) – obras de las que no se siente orgullosa posteriormente y decide
olvidar –. La década de los años treinta
fue muy fructífera, ya que penetra en la literatura infantil y juvenil y en la
narrativa breve a través de la publicación de cuentos. Por otro lado, las
publicaciones relativas a temas políticos vinculaban a la escritora con la
defensa de la República, hecho que, con el estallido de la Guerra Civil, la
obliga a exiliarse. Antes de que la ocupación franquista llegue a Barcelona,
Rodoreda crea Aloma, obra que escribe
en pleno conflicto y que gana el Premio Creixells en 1937. Tras esto, huye junto
a otras personalidades literarias, dejando a su hijo en Barcelona.
En París, lugar en el que
se instala, comienza un romance con Armand Obiols, una de las personalidades
literarias citadas con anterioridad. La pareja decide quedarse en Francia a
diferencia de otros literatos que deciden partir hacia Hispanoamérica. Esta
decisión les sale cara, pues a las pocas semanas los nazis invaden París. Comienza
una época de precariedad y huida constante en la vida de la autora, pues viaja
por toda Francia, trabajando en lo que puede. Se dedica, en mayor medida, a la
costura de trajes para familias adineradas. En 1946 la pareja vuelve a París,
donde retoman su pasión por la escritura y el gusto por la poesía. Obiols consigue
trabajo como traductor en la ONU, suceso por el que se trasladan a Ginebra,
ciudad en la que Rodoreda escribirá sus obras más célebres.
A partir de la década de
los sesenta, la escritora comienza a tener protagonismo en el mundo literario
catalán. Presentó Vint-i-dos
contes, un compendio de los cuentos escritos en el exilio,
con el que ganó el Premio Víctor Catalá (1957). En 1962 publica La Plaça del Diamant, factor que
desencadena un periodo regular de publicación y de alabanzas hacia su
producción literaria. Su obra El
carrer de les Camèlies le concede en 1966 el Premio Sant
Jordi, en 1967 el Premio Crítica y en 1969 el Ramon Llull. Su actividad
literaria es frenética, pues advertimos La meva Cristina i altres contes (1967), Jardí vora el mar (1967) y la reedición de Aloma (1969). En 1974, al volver a España,
presenta Mirall trencat, su novela más
ambiciosa. Advertimos la publicación también de novelas como Quanta, quanta guerra… (1980) y obras
póstumas como La mort i la primavera
(1986) o Isabel i Maria (1991). Cabe
subrayar su interés por el teatro, pues elaboró obras como El Parc de les Magnòlies (1976), El torrent de les flors (1993), La Senyora Florentina i seu amor Homer
(1996) y El maniquí (1999). Los
últimos años de su vida los pasó apartada de la vida pública y entre flores, en
su casa de campo, situada en Romania de la Selva, un pueblecito de Girona. Fallece
en 1983 en la ciudad de Girona a los 75 años.
Bibliografía
y webgrafía consultada
- CABALLÉ, A., (2004), Lo mío es escribir,
Barcelona: Lumen.
Es increíble ver cómo con una vida tan agitada, pudo escribir tantas obras y convertirse en la escritora catalana más importante del siglo XX. Tengo entendido que Mercé Rodoreda no solía hablar de su vida privada, pero no dejo de sentir curiosidad sobre cómo pudo haber sido su matrimonio con su tío y cómo pudo separarse de él, suponiendo que pudo divorciarse antes de fugarse con Armand Obiols.
ResponderEliminarDe ella creo que destaca su fuerte personalidad, caracterizada por sus ideales de libertad femenina, su valor y su fortaleza. Al fin y al cabo, tuvo que ser muy valiente y decidida para abandonar a su hijo y exiliarse para poder seguir escribiendo, que era la pasión de su vida.