Mercé Rodoreda tenía una
pasión secreta por el teatro, que pocos conocían. Esta afición por el drama la
hereda de sus padres y abuelo desde muy temprana edad. Crece cerca de un teatro
situado en el barrio de Gracia, donde innumerables veces ha jugado de pequeña y
en el que ha sido espectadora de la representación de un gran número de obras.
Según Anna Muria, amiga
íntima de Rodoreda, este género lo desarrolla durante el exilio. Necesitaba
dinero para subsistir, de forma que considera la posibilidad de presentar sus
obras teatrales a concursos con el que conseguir éxito y empezar a recibir una
digna remuneración por la escritura. De esta forma, advertimos su primera obra
teatral Un día (1959), que estaba
pensada para la representación teatral, pero que finalmente la escritora
introduce en su obra narrativa Mirall
trencat (1974), ya que la estructura escénica no era eficaz. Podríamos
decir que la creación literaria usaba un lenguaje más cinematográfico que
teatral. La obra estaba dividida en tres actos, los cuales correspondían a un
marco temporal de un día y que presentaba el progreso de una familia aburguesada.
Posteriormente, se
advierte la obra La senyora Florentina i
el seu amor Homer (1973), drama que muestra el mundo desde la mirada
femenina de la protagonista, Florentina. Rodoreda construye una obra
convencional y clásica que triunfa, en gran parte por el gran reparto actoral,
en todos los teatros. Esta obra simboliza el éxito de Rodoreda en el mundo
dramático y confirma su habilidad literaria en este campo.
El parc de les magnólies (1976) trata sobre el amor y el desengaño amoroso, siendo esta la única obra que la autora publica en la revista Els margets. Va a presenciar el estreno en el Festival de Sitges de L´hostal de les tres Camélies, una comedia romántica de dos actos que presenta una estructura clásica y en la que la tensión aumenta a medida que se va desarrollando el hilo argumental. Es una obra costumbrista que toma elementos del teatro de finales del siglo XIX y del realismo de los años treinta del siglo XX.
Su obra más innovadora y
atrevida es El maniquí (1979),
creación teatral que pertenece al teatro del absurdo y que evidencia la faceta
más experimental de Rodoreda. Apuesta por una escenificación más íntima, donde el
objeto central es un maniquí que origina en los personajes comportamientos y sensaciones
diferentes. Además, se advierte una intensidad poética, enriquecida por una
expresividad gestual sin igual. Se advierten pinceladas del teatro surrealista,
que se intensifica gracias a la carga simbólica y al contraste entre humor y
crueldad.
Como podemos observar,
Rodoreda elabora una producción dramática bastante reducida, pero de gran valor
literario, puesto que, aunque incide en una temática similar a su narrativa –
relaciones amorosas que fracasan, el dolor, la crisis existencial, etc. –, logró
crear obras de diferentes estilos. Se animó a experimentar con nuevos procesos
de creación literaria con los que no estaba familiarizada y que consigue,
finalmente, dominar.
El teatro de Rodoreda,
por desgracia, no triunfó, pues, en primer lugar, la mayoría de sus obras o las
publica en revistas o se publican de forma póstuma – véase la edición de El torrent
de ses flors (1993), obra que recoge toda su obra dramática –. En segundo lugar, Rodoreda
elabora sus obras, pero carece de la práctica teatral necesaria para su escenificación.
Por otro lado, hay una explicación para este “fracaso” en el mundo dramático y
es que su narrativa era tan oral, que fueron muchos los relatos breves o las
novelas – véanse La plaza del diamante
o Aloma – que llegan a los escenarios
con el fin de representarse. Esto nos confirma que nos encontramos ante una
mujer polifacética y hábil, que supo conquistar todo lo que se propuso.
Bibliografía consultada
- MASSIP, F., PALAU, M., L'obra dramàtica de Mercè Rodoreda, Edicions
Proa, 2002.
- MCNERNEY, K., Mercѐ Rodoreda: una bibliografia crítica (2002-2011), Barcelona,
Fundació Mercѐ Rodoreda: Institut d´estudis Catalans, 2017.
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