«Así que esta anciana que no sabe escribir discursos solo
desea hacerles partícipes de su emoción, de su alegría y de su felicidad –¿por qué
tenemos tanto miedo de esa palabra?– a todos cuantos han hecho posible este
sueño, sueño que me acompaña
desde la infancia. Desde aquel día en que oí por vez primera la mágica frase:
“Érase una vez…” y conmovió toda mi pequeña vida.» Extraído del discurso que pronuncia tras recibir el premio Cervantes en 2010.

Así, se adentra en el mundo de la narrativa breve,
centrándose especialmente en la infancia y la adolescencia. Sus personajes
tienden a ser niños solitarios a los que les toca vivir unas circunstancias
duras. A pesar de que Ana María nace en el seno de una familia burguesa, durante
sus estancias en Mansilla de la Sierra, pueblo materno, descubre una realidad
muy distinta y entra en contacto con niños pobres, dándose cuenta de la
desigualdad en la que viven. Y es que Ana María, desde niña, se caracteriza por
su sensibilidad y empatía.
Asimismo, Mansilla conecta con nuestra autora a través
de la naturaleza. Como bien ha dicho ella en varias entrevistas, la naturaleza
se convierte en una parte esencial de su vida, desarrollando una profunda unión
que trata de plasmar en algunas de sus novelas, y, sobre todo, en sus relatos.
Uno de sus libros lo titula Historias de la
Artámila, en honor a Mansilla y a sus paisajes, ya que el nombre lo toma de
los picos de la Artámila. La naturaleza tiene tal importancia en la vida de Ana
María, que entra en la RAE con el discurso “En el bosque”.

Una de las facetas más conocidas de Matute es la de escritora de cuentos infantiles y juveniles. Como la niña que lleva dentro nunca llega a abandonarla, decide darle voz. Así, en la década de los sesenta publica Paulina, el mundo y las estrellas, El saltamontes verde, El caballito loco y El polizón del Ulises. Por este último le conceden el premio Lazarillo de creación literaria en 1965. Como ya comentamos en otras entradas, en los setenta Ana María Matute sufre una depresión por la cual su producción literaria se verá reducida. Por ello, en esta etapa solo publicará Sólo un pie descalzo (1983), una historia llena de magia y literatura. No será hasta 1995 cuando vea la luz El verdadero final de la bella durmiente, donde retoma la historia de la Bella Durmiente y la continúa, bebiendo de los clásicos, los hermanos Grimm y Charles Perrault. A comienzos de siglo aparece una recopilación de todos sus cuentos infantiles y juveniles publicada por la editorial Lumen, bajo el título Todos mis cuentos.
No obstante, el camino de Ana María en la narrativa
breve no acaba ahí. También escribe cuentos para adultos, pese a que la
infancia siga teniendo un importantísimo papel. La mayoría de estos relatos
tiene una base común: la denuncia de las desigualdades, las injusticias, y la
falta de amor. El objetivo de Ana María es doble pues trata de abrir los ojos
del lector cautivándolo con historias que tocan el corazón. Comienza publicando
Los niños tontos (1956) donde
representa la inocencia de los niños en un mundo de adultos. Destaca uno de los
relatos, “El niño al que se le murió el amigo”, uno de los preferidos de la
autora. En él narra la historia de un niño que pierde a su amigo, por lo que ya
no tiene con quién compartir sus juguetes. Se va de casa tratando de buscar a
su amigo hasta que comprende que se ha ido para siempre, momento en el que el
niño se convierte en hombre. En 1957 publica El tiempo, trece relatos en los que priman el desarraigo y la
soledad. Le siguen A la mitad del camino
(1961), Libro de juegos para los niños de
los otros (1961), El arrepentido
(1961) e Historias de la Artámila
(1961). En este último libro aparece uno de los cuentos más conocidos de Ana
María: “La rama seca”. Un relato desgarrador sobre una niña y su muñeca Pipa,
la cual un día pierde y no puede remplazarla por nada más. La tristeza y la
soledad de la niña le llevan a la muerte, una muerte que solo llega a
comprender doña Clementina. En Tres y un
sueño (1961), posiblemente su libro de relatos favorito, aparece como
protagonista la infancia, «la infancia que se pierde y la que se cumple». Dos
años después publica El río, su libro
más autobiográfico. Con su regreso en los noventa escribe algún libro de
relatos más como El árbol de oro y otros
relatos (1995). En 2010 la editorial Destino publica La puerta de la luna, una recopilación de todos sus cuentos
escritos, en el que destaca “Cuaderno para cuentas”. Con ella, cierra una
bellísima y prolífera etapa de su vida.

A Ana María los cuentos le salvaron durante su
juventud, y lo siguen haciendo ya siendo adulta, pues su hijo Juan Pablo, y
ella, muchas veces han comido gracias al dinero obtenido al publicarlos en
revistas. A cambio, nuestra autora se ha dejado la piel en cada línea escrita,
en cada personaje inventado, consiguiendo colmar de imaginación y sabiduría la
mente de generaciones.
BIBLIOGRAFÍA Y WEBGRAFÍA
MATUTE, A.M. (2000): Todos mis cuentos. Barcelona. Lumen.
(2000):
Los niños tontos. Valencia. Media
Vaca.
(2002):
Cuentos de infancia: érase una vez una
niña llamada… Barcelona. Martínez Roca.
(2011):
Las Artámilas. Madrid. Fondo de
Cultura Económica de España.
RTVE (2010): “Ana María Matute publica ‘La puerta de
la luna’, que le ha costado “alguna lagrimilla”” http://www.rtve.es/noticias/20101221/ana-maria-matute-presenta-puerta-luna/388888.shtml [Consulta 13 de mayo de 2018].
RTVE (2014): “Discurso Ana María Matute, Premio
Cervantes 2010” http://www.rtve.es/rtve/20141023/discurso-ana-maria-matute-premio-cervantes-2010/1034560.shtml [Consulta 13 de mayo de 2018].
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